Lejos de lo que comúnmente pueda interpretarse, la accesibilidad a la información y a la comunicación es sólo una parte de las barreras de comunicación que afectan a las personas sordas. Accesibilidad que, por otro lado, hoy es posible solventar con recursos audiológicos y técnicos, con sistemas de apoyo a la comunicación oral y con la lengua de signos, esto en el caso de aquellas personas que sean usuarias de la
misma.
Sin embargo, cuando hablamos de “barreras de comunicación” tenemos que referirnos a algo más: a la accesibilidad al aprendizaje y a la accesibilidad al conocimiento, que no se resuelven sólo con el acceso al acto comunicativo en que se transmiten y/o al soporte que los contiene, sino que implica acceder al propio contenido. Para ello, además de los recursos antes mencionados, necesariamente tenemos que hablar de la lectura como vía imprescindible para la autonomía en el aprendizaje, la generación de nuevos conocimientos y el estímulo en la búsqueda de información.
La falta de audición supone una serie de consecuencias que van desde un retraso variable en el desarrollo del pensamiento lógico, que depende de la competencia lingüística alcanzada, a la afectación de los procesos de memoria que desencadenan determinadas actividades cognitivas. Debemos llamar la atención particularmente sobre la importancia de los procesos de memoria. En concreto, de la memoria a corto plazo o memoria de trabajo, que es la que activa procesos cognitivos superiores basados en aspectos lingüísticos de la lengua oral como la fonología y la morfosintaxis, que se adquieren en los primeros años y que son los que posibilitan actividades generativas como la lectoescritura. No olvidemos que la lectoescritura es sólo un cambio de modalidad de una misma lengua: la lengua oral y, por tanto, según acreditan la literatura científica y la experiencia, ésta es la única vía para acceder a ella de forma efectiva. En este sentido se señala de forma coincidente que el aprendizaje de la lectoescritura pasa irremediablemente por el lenguaje oral.
misma.
Sin embargo, cuando hablamos de “barreras de comunicación” tenemos que referirnos a algo más: a la accesibilidad al aprendizaje y a la accesibilidad al conocimiento, que no se resuelven sólo con el acceso al acto comunicativo en que se transmiten y/o al soporte que los contiene, sino que implica acceder al propio contenido. Para ello, además de los recursos antes mencionados, necesariamente tenemos que hablar de la lectura como vía imprescindible para la autonomía en el aprendizaje, la generación de nuevos conocimientos y el estímulo en la búsqueda de información.
La falta de audición supone una serie de consecuencias que van desde un retraso variable en el desarrollo del pensamiento lógico, que depende de la competencia lingüística alcanzada, a la afectación de los procesos de memoria que desencadenan determinadas actividades cognitivas. Debemos llamar la atención particularmente sobre la importancia de los procesos de memoria. En concreto, de la memoria a corto plazo o memoria de trabajo, que es la que activa procesos cognitivos superiores basados en aspectos lingüísticos de la lengua oral como la fonología y la morfosintaxis, que se adquieren en los primeros años y que son los que posibilitan actividades generativas como la lectoescritura. No olvidemos que la lectoescritura es sólo un cambio de modalidad de una misma lengua: la lengua oral y, por tanto, según acreditan la literatura científica y la experiencia, ésta es la única vía para acceder a ella de forma efectiva. En este sentido se señala de forma coincidente que el aprendizaje de la lectoescritura pasa irremediablemente por el lenguaje oral.
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